2 oct 2009

La advertencia

Un par de palabras, una advertencia para empezar, no te vayas de enamorar , de la infamia sin par....

Te he visto soñar,
como una crisálida azul
te he visto llorar
y tus lágrimas nunca paraban de brotar
¿por qué sufres ante el amor?
¿fuera que es no correspondido?
Dime, amable suspiro
las cualidades de ese amor
¿un príncipe?¿un caballero?
¿la gentileza para con sus allegados?
¿su mirada profunda?
¿su expresión te derrumba?
No llores querida mía,
no llores ni sucumbas ante mí
pues yo te he de decir
la verdad con la que he visto a ese ser ruin.

Mucho tiempo ha pasado
pero no lo suficiente como para olvidar
desde que conocí
al "dichoso" galán.
Mi hermana tuvo la mala suerte,
al igual que vos querida mía, de caer
ante el embrujo de las palabras de
ese caballeroso demonio.
"te quiero" le decía
"te adoro" susurraba cada vez que la veía.
Yo solo los veía, maravillada de que estuvieran así.

Mi felicidad era única,
pues también yo amaba a dicho joven,
Eran mis dos personas más amadas las que estaban juntas.
Eran las dos luces que iluminaban mi vida
y que me daban motivos de seguir.

Pero, la desgracia querida mía,
recién iba a empezar.
Paseaba una tarde cerca al lago que había cerca
divagaba en luces,
perdida entre cada ráfaga de viento que daba en mi rostro
un perfume delicioso me advirtió de la presencia de alguien.

"Aquí estás" me dijo al oído,
"¡oh! eres tú" dije aliviada en una sonrisa,
"¿no te alegra eso?" me preguntó aún al oído,
" por supuesto que sí" le respondí,
"sabía que dirías eso" me dijo y acercó su rostro más.
Imagina pues querida mía, la sorpresa en mis ojos
sus labios tan carnosos, estaban junto a los míos,
deliciosos y tentadores pero austeros y salvajes,
terminaron la sorpresiva acción,
y miró hacia mis ojos de manera posesiva y algo lujuriosa.

"¿qué hiciste?", salió de mis labios,
"lo que deseabas" contestaron los suyos,
y una sonrisa desdeñosa se posó en su rostro,
las lágrimas salían copiosamente de mis ojos.

Verás, querida mía, luego de ello,
venía a saber al llegar a casa
una mayor desgracia.
Estaba ensimismada por todo lo pasado,
cuando en mi puerta susurraba el viento
más desdicha que alguna vez un ser escuchó.

Cual araña en un nicho,
intrépidamente se esparció un dicho,
"está muerta", decía,
"se tiró de un acantilado", se murmuraba;
entonces como un estruendo apaga todo ruido alrededor,
ante mi presencia callaron todos los del portón.

No daba crédito a lo que oía,
las palabras fueron efímeras después de la noticia,
mi hermana, mi adorada sangre
se había esfumado de este mundo,
y una muchacha del pueblo,
se había escapado con el indigno amor de mi flor.

Imagina pues querida mía, el engaño que sufrimos todos
el lamento que sufrió mi preciada,
la espada que atravesó mi corazón,
todo ello lo debíamos
a ese infame ruiseñor, aquel por quien ahora suspiras de amor.

Me has escuchado, mi apreciado suspiro,
y te digo que esperes lo peor,
sino tomas esta advertencia con buenos oídos,
pues si de lo contrario lo tomas bien,
desenmascararás al lobo, haciendo ardid
para parecer oveja.

Escucha cuidadosamente estas palabras, querida mía,
pues yo dolorosamente he de partir,
la historia que he contado, asimilada debe ser,
no quiera que tus ojos, lo vean como yo aquella vez.

Aquel otoño infame que lo descubrí,
aún divago en luces,
aún siento el viento en mi faz
aún escucho sus palabras
"te amo", fue lo último que oí.